
La tierra y el cielo como mortalidad y divinidad: postura religiosa
La influencia a través de la fé
Sabemos que la religión era algo muy importante en la época medieval, que rige y transita fuertemente los valores sociales. Que incita a mirar hacia arriba, hacia el cielo, y aspirar por algo mejor, algo celestial y divino.
La Iglesia financiaba arquitectura para aumentar la difusión de sus historias para el pueblo analfabeto, a través de representaciones visuales en vitrales. Podemos pensar que ante estas situaciones, donde claramente había grandes partes de la sociedad en una total desventaja económica y de pocas posibilidades de mejorar su calidad de vida, se consideraban probables sublevaciones o protestas frente a estas condiciones de inferioridad. Entonces, ¿Cuál era la fórmula mágica para mantener el status quo? La religión.
“El centro de la conducta humana seguía siendo la vida religiosa, razón por la cual los edificios que mayores avances arquitectónicos y tecnológicos exhibieron fueron los construidos por la Iglesia, sea en forma de catedrales, monasterios, escuelas, hospitales o de las nuevas universidades, que empezaban a aparecer en este periodo” (Roth, 1993:2)
Las creencias que fomentaban el cristianismo, fuertemente arraigado en la vida cotidiana, otorgaban cierto alivio a los trabajadores mortales construyéndose el ideal de que en una vida próxima, las carencias vividas serían recompensadas, considerada la vida terrenal como el camino hacia esta vida eterna privilegiada. Por eso responden a esto sin planteos, era mucho más valioso lo que se podía obtener en la trascendencia como para ponerlo en riesgo con actos de rebeldía. La búsqueda de una buena vida cristiana era en pos del enriquecimiento de la fe en todos sus aspectos. La divinidad generaba un bien deseado por muchos y obtenido por pocos. Los sectores más altos consagraban su vida al estudio y promulgación del cristianismo, mientras que el resto de la sociedad era la captadora de dichos conocimientos sagrados, y debían otorgar tributos como aporte no solo para mantener a la institución sino como forma de enriquecimiento moral interno.
“Nuevo dinamismo acompañado de un cambio de las expectativas de la gente ante la vida temporal.” (Roth, 1993:2)

